La batalla sobre el puente Bolívar en la frontera entre
Venezuela y Colombia, cerca de Cúcuta el fin de semana pasado, fue una clara
victoria para el gobierno bolivariano sobre EEUU y sus aliados. En otros puntos
fronterizos los venezolanos también contuvieron la agresión norteamericana. El
resultado, sin embargo, no significa que la guerra ha terminado. Al contrario,
todo indica que apenas se inicia.
Desde la Casa Blanca, el presidente Donald Trump, anunció
que había logrado su objetivo que era dar a conocer al mundo su decisión de
acabar con el gobierno bolivariano en Caracas. En efecto, el espectáculo del
lado colombiano sobre el puente Bolívar incluyó música, fuegos artificiales y
actos circenses de toda índole. En cambio, del lado venezolano una Guardia
Nacional se mantuvo con orden y disciplina evitando caer en las provocaciones
de los especialistas norteamericanos.
Las agencias de noticias de Nueva York tergiversaron todos
los hechos para divulgar versiones que tenían como objetivo desprestigiar al
gobierno venezolano. Inventaron muertos, incendios de mercancías y la deserción
de soldados venezolanos hacia Colombia. La táctica de los asesores de Trump no
es derrocar en este momento al presidente Nicolás Maduro. El objetivo inmediato
de Washington es presentar a Maduro como un hombre que no merece el respeto de
su pueblo ni de los pueblos del mundo. Poco a poco pretende acabar con la
imagen de un hombre que ha impulsado políticas sociales en su país y que ha
elevado la participación de los sectores populares en la vida política de ese
país. EEUU también ha aplicado políticas de estrangulación económica que está
afectando a toda la población del país.
La última carta de Trump que no descarta, como siempre
informa por televisión, es la ‘opción militar’. Los países latinoamericanos le
han dicho a Trump que no lo acompañarán en esa aventura. Las fuerzas armadas de
EEUU tampoco tienen interés en embarcarse en una guerra con Venezuela. Sería
una conflagración larga y costosa para EEUU. Sería mucho más onerosa en vidas
humanas y destrucción para Venezuela. En última instancia, la decisión por la ‘opción
militar’ por parte de Trump depende de su campaña política que ya se inició y
culmina en noviembre de 2020.
Todos los presidentes norteamericanos, con pocas
excepciones, han utilizado la guerra en el extranjero como un elemento que les
ayuda promover una imagen de fuerza y determinación. Son los casos de Obama,
hace poco, los dos Bush – hijo y padre – Clinton y Reagan, entre los últimos
cinco presidentes. El año pasado, Trump lanzó unos misiles en Siria y los
medios en EEUU lo celebraron como un gran triunfo. Sin embargo, para que la
guerra brinde beneficios político-electorales, el ocupante de la Casa Blanca
tiene que medir bien el tiempo y el lugar para desplegar sus fuerzas. Hay que
recordar que la invasión ordenada por Bush padre contra Panamá en 1989 no le
ayudó en su campaña que finalmente perdió frente a su contrincante, Bill
Clinton.
No hay que olvidar, además, que Trump se enfrenta a un
‘establishment’ (compuesta por una oligarquía financiera) que lo considera un
usurpador e improvisado. La guerra contra Venezuela la inició Bush hijo apenas
llegó a la Presidencia en 2001. Orquestó el golpe fallido contra el Presidente
Hugo Chávez en 2002 y acosó al líder bolivariano durante 8 años (2001-2009).
Obama siguió por otros 8 años más (2009-2017). Este incluso decretó a Venezuela
como un “peligro para la seguridad nacional” de EEUU. La declaración le da
poderes al presidente de EEUU para atacar económica y militarmente a Venezuela.
Todos los presidentes – Bush, Obama y Trump - contaban y siguen contando con un
cómoda mayoría en el Congreso de EEUU para actuar contra Caracas. El
‘establishment’ y los partidarios de Trump coinciden, hasta ahora, en su
apreciación de que América latina es su ‘patio trasero’ y pueden hacer lo que
consideran mejor para sus intereses. Pero puede suceder un fenómeno similar a
la muralla en la frontera entre EEUU y México que se convirtió en un problema
(‘issue’) político-electoral que transformó el panorama interno que divide los
intereses del poder económico y de los dos grandes partidos políticos del país
del norte.
El interés de EEUU son los yacimientos petrolíferos de
Venezuela. Trump lo ve como un buen negocio. El establishment lo considera una
carta en el enfrentamiento geopolítico mundial. La batalla del puente Bolívar
puede evolucionar hacia nuevos escenarios. La guerra no ha terminado.
28 de febrero de 2019.
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