Coincido
plenamente con la opinión del reconocido abogado Mario Galindo que no tiene
sentido convocar a una Asamblea constituyente si su propósito es reformar la
actual carta magna. También estoy de acuerdo con Galindo cuando dice que si el
objetivo es ‘refundar la República’, como algunos proponen, entonces sí sería
necesaria una Asamblea constituyente ‘originaria’. Es decir, hacer tabla rasa
con todos los reglamentos, instituciones y símbolos republicanos existentes. La
constituyente originaria reemplazaría de inmediato las viejas estructuras
republicanas con nuevas.
En la actualidad,
casi todos los sectores políticos y muchas organizaciones con bases sociales
son partidarios de la ‘constituyente’. Muchos no entienden muy bien en qué
consiste una Asamblea convocada para tratar la Constitución Política vigente.
Lo que si tienen claro, casi todos, es que el ordenamiento legal de la
República no les beneficia y quieren cambios.
Veamos estas dos
propuestas. En primer lugar, la ‘reforma’ a la Constitución. En segundo lugar,
la ‘refundación’ de la República. Todo panameño tiene su proyecto para reformar
la Constitución vigente de 1972. Unos plantean la necesidad de arrancarle todo
vestigio del militarismo que la vio nacer hace casi 50 años. Otros señalan las
fallas que existen en las estructuras que sostienen los órganos del Estado.
Incluso, hay quienes creen que la reforma puede resolver los problemas sociales
(educación, salud, vivienda) o de
empleo. La Cámara de Comercio y asociaciones afines han propuesto cambios
significativos que beneficiarían a las grandes empresas panameñas en detrimento
de los sectores populares. Proponen una República al servicio de un mercado
(regulado por ellos).
Galindo no lo
afirma explícitamente, pero deja entender que una ‘reforma’ debe quedar en
manos de la Asamblea Nacional, tal como establece la Constitución vigente. En
cambio, la refundación de la República requiere de una Constitución totalmente
nueva. Galindo utiliza el término ‘revolucionario’ para referirse a la
situación. La constituyente originaria rompería con el pasado y establecería
nuevas reglas para la República. Galindo es muy cauto y advierte que la nueva
Constitución para una República ‘refundada’ no resolvería los problemas del
país. Según el jurista, la nueva República sería el reflejo “de la correlación de fuerzas que, en la realidad de los hechos,
exista entre los partidos y movimientos políticos que se disputen en las
elecciones el nombramiento de los convencionales y, en consecuencia, el
ejercicio del poder constituyente”.
Agrega, para dejar a los promotores de la constituyente pensando, “mientras esa correlación de fuerzas se parezca a la existente no
puede esperarse que la constituyente, por muy originaria que sea, genere
rupturas revolucionarias ni cosa parecida”. Galindo abre la ‘caja de Pandora’
al hablar de la correlación de fuerzas. Todo indica que se refiere a las
fuerzas sociales que se organizan dentro de la sociedad para participar en la
repartición de las riquezas del país.
La Constitución Política es un instrumento, es un medio, no es un
fin. Quién maneja ese instrumento, legitima su poder. El poder es el fin. La
correlación de fuerzas define quien tiene el poder. Galindo cita a César
Quintero, quien en 1983, después de las reformas a la Constitución de 1972,
afirmó que “el Acto Constitucional de 1983 no significó una reforma de la
Constitución de 1972, sino una nueva Constitución que técnicamente sustituyó
por entero a la que decía reformar”. Quintero quería decir que el poder
económico – desplazado políticamente después del golpe militar de 1968 – le
había torcido el brazo a la Guardia Nacional y había cambiado la correlación de
fuerzas. Poco años después (1989), las Fuerzas Armadas de EEUU le hizo el
camino para que los grandes propietarios regresaran al poder político y dieron
vuelta en su totalidad la correlación de fuerzas. El poder económico no
consideró necesario ‘refundar’ la República con una constituyente originaria
porque como dijera Quintero, “el democrático Acto Constitucional de
1983 es la antítesis de la autocrática y autoritaria Constitución de 1972”.
La coyuntura
electoral ha obligado a los candidatos presidenciales a pronunciarse sobre la
constituyente. Varios están de acuerdo con la convocatoria, otros prefieren que
la nueva Asamblea se encargue de las reformas. Saúl Méndez dice que apoya la
‘originaria’ y José Blandón también, bajo ciertas condiciones. La originaria
tendría que trastocar la correlación de fuerzas y entregarle el poder a los
sectores sociales que pongan fin al mercado ‘regulado’, madre de la corrupción,
y canalizar las riquezas del país hacia el pleno desarrollo de la nación.
25 de abril de 2019.
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