Cada vez se hace más urgente una reforma del sistema
educativo panameño. Estoy repitiendo lo que se viene diciendo desde hace medio
siglo. Los portadores del mensaje han sido enfáticos en sus planteamientos,
pero no han logrado traducir su objetivo en un plan que cuente con el apoyo
político necesario. Queremos explicar el porqué y sugerir algunas opciones para
lograr que el país logre tener – por lo menos – una propuesta viable de reforma
educativa. Lo trataremos de hacer en dos entregas sucesivas. Esta es la
primera.
Cuando se habla de un sistema educativo de un país no es lo
mismo que la sumatoria de todos los proyectos individuales de educación.
Todavía más complejo, un plan - o un proyecto - de reforma educativa tiene que
tener un objetivo, una estrategia y un grupo social que encabece la estrategia
para alcanzar el objetivo. Es común que se hable de reformas educativas
planteando numerosos problemas que van desde la falta de un presupuesto, el
deterioro de los planteles, pasando por la formación y salarios de los
educadores.
Para abordar estos problemas y otros, hay que definir por
qué y para qué queremos un sistema educativo. Además, cómo queremos que
funcione y para quién. ¿Estamos todos de acuerdo para qué queremos un sistema
educativo nacional? Muchos dicen que no tiene que ser nacional (lo separan en
oficial y privado, religioso o laico) y algunos señalan que debe ser selectivo
(los que hacen mérito o para quienes pueden pagar) y otros incluyente
(universal).
El para qué la educación divide a todos. Generalmente, las
diferencias aparecen reflejando los intereses de grupo (clase) social. Casi en
todas partes, sin distinción de niveles de desarrollo social o crecimiento
económico, cada grupo social tiene su propio proyecto educativo y lo plantea en
forma enérgica pero sin confesar su interés sectorial (de clase). La educación
responde a un proceso social que evoluciona a lo largo de la historia. El grupo
social más fuerte impone su proyecto. Durante la colonia americana, la Corona
respondía a un pacto entre los nobles (guerreros terratenientes o cortesanos) y
la Iglesia (ideólogos terratenientes). La educación se reducía a los intereses
de estos dos grupos. Cuando Panamá se separó de Colombia en 1903, los ‘blancos
capitalinos’ descubrieron que no tenían la gente (los cuadros) para dirigir la
República recién nacida. En su discurso inaugural del Instituto Nacional en
1908, Eusebio Morales dijo que se creaba el plantel para formar los futuros
dirigentes del país. Propuso una reforma educativa radical a nombre de los
rentistas que dominaban el país. Con el paso de los años y el inicio de un
proceso de industrialización en la década de 1930, los cambios demandan
trabajadores tanto en el sector privado como el público. Se intentó introducir
reformas sin mucho éxito. El sistema se partió entre público y privado (la
educación regentada por religiosos tomó la delantera).
En la década de 1940 el sistema hizo crisis al crecer sin
una dirección. Ya no era para formar cuadros como dijera Morales. ¿Entonces
para que servía el sistema educativo? Las respuestas eran vagas y, sobre todo,
emotivas. Las calles se convirtieron en los centros de debate. Las capas medias exigían su inclusión e
identificaban la educación como la escalera para el ascenso social. En las
siguientes dos décadas (1950 y 1960), con los liberales en el poder, la
confusión rayaba con el caos. Se crearon cada vez más escuelas, pero el país no
le daba espacio a los nuevos técnicos y profesionales. El golpe militar de 1968
respondió a ese desorden producto de una dirección política sin proyecto de
nación y con un sistema educativo que ya había colapsado.
Los militares crearon una comisión para reformar el sistema
educativo que se enfrentó a una oposición feroz. Algunos dicen que la oposición
a la propuesta era porque venía de un gobierno controlado por los cuarteles. La
tesis que propongo es otra: La reforma pretendía ser incluyente y los sectores
sociales que todavía controlaban el debate en las calles se oponían. El
gobierno militar no fue capaz de ganar la batalla ideológica en las calles. Un
sector muy combativo de las capas medias que se sentía excluida, la orientación
ideológica de la Iglesia y los recursos económicos de los sectores
conservadores de la clase rentista se unieron para derrotar la reforma.
Sigue la próxima semana.
18 de julio de 2019.
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