La juventud panameña ha escalado las montañas más altas, enfrentando los obstáculos que ha puesto en su camino la historia y las múltiples contradicciones sociales. No me refiero sólo al volcán Barú, al cerro Tute o al cerro Azul, que fueron resguardos de los jóvenes que se lanzaron a la conquista del poder por la vía de las armas. Estoy hablando de las luchas de los jóvenes panameños en el siglo XX por la soberanía, en sus luchas permanentes por la educación, la salud, la vivienda decente y el empleo productivo. En pleno siglo XXI la juventud tiene una tarea inmensa para alcanzar metas que fueron bien definidas en el siglo pasado. La educación es una de ellas. Para muchos la educación es el objetivo estratégico. Sin educación no podemos conservar nuestra soberanía. Sin educación la juventud no podrá construir ese país que todos queremos.
Hace más de cien años en su discurso inaugural del Instituto
Nacional, Eusebio A. Morales*, lo expresó con claridad:
“Jóvenes alumnos: Son ustedes los hombres del porvenir. De
entre ustedes saldrán los empresarios, los luchadores que el país necesita para
su progreso, los profesores, los estadistas y los gobernantes. Hay que
penetrarse de las responsabilidades que los esperan y aprendan en este plantel
a cumplir la ley santa del trabajo. Acostumbren sus espíritus a la
investigación independiente, libre y propia, única que satisface y exalta la
inteligencia sedienta de luz, y tengan confianza en ustedes mismos”.
Morales destaca tres atributos que el sistema de educación
tiene que infundir en los jóvenes de la nueva República. En primer lugar, el
trabajo. En segundo, la investigación y tercero, la confianza. Estos son los
valores para que la juventud necesita para enfrentar todos los retos y que
estén dispuestos a luchar. Esta capacidad le dará “al país los profesores, los
estadistas y los gobernantes que necesita” para alcanzar los objetivos que
demanda la República.
Con una visión que fue abandonada por el sistema educativo
del país, hizo un llamado a los jóvenes para ser investigadores, independientes
y libres. Según Morales, la investigación es la única que “exalta la
inteligencia sedienta de luz”. El tercer elemento – la confianza – es quizás la
recomendación más importante que hace Morales. La confianza le permite a la
juventud mover montañas y desarrollar una voluntad de hierro.
En la actualidad, ninguno de estos objetivos planteados por
Morales, a principios del siglo pasado, forman parte de los planes
gubernamentales educativos. Ninguna institución educativa del país promueve el
espíritu empresarial o de lucha. La investigación está ausente de los planteles
de educación secundaria y son meros apéndices escuálidos en los centros
universitarios. El sistema educativo reitera en forma consistente y permanente
el mensaje negativo que nuestra juventud no es capaz, ‘que no es como antes’.
Quienes dirigen el sistema no son capaces de hacerse una auto crítica y ver
donde están las fallas.
Morales le da importancia a la investigación. Pero ¿qué
quiere decir cuando habla de investigación? En este contexto es claro y
contundente. El país tiene que formar una generación tras otra de jóvenes que
se dediquen a la investigación científica, capaz de enfrentar los más diversos
problemas y solucionarlos. Entre esos investigadores están los futuros
estadistas y gobernantes. En la actualidad, quienes dirigen el país no tienen idea
de cuáles son los problemas y, mucho menos, como se pueden solucionar. Estamos,
en la actualidad, improvisando reformas a una Constitución Política, creemos
que podemos acabar con la criminalidad comprando más armas y que hay desempleo
porque la gente no quiere trabajar.
Los gobernantes panameños se resisten a trabajar en la
elaboración de un plan. ¿Un plan para qué? Exactamente, es urgente que
definamos que país queremos y cómo lo construiremos. Se necesita un plan. Igual
que un ingeniero necesita un plano para construir una vivienda o un maestro un
programa para dictar un curso. La improvisación y la incertidumbre crean el
ambiente que elimina toda posibilidad del progreso anunciado por Eusebio
Morales en 1908. Un mundo donde predomina la ignorancia prevalece la
desconfianza.
Un programa de educación nacional, como dijera Morales,
tiene que enseñar a la juventud el camino que los espera y a cumplir con “la
ley santa del trabajo”.
*Eusebio
A. Morales, 1999, “Discurso pronunciado en la inauguración del Instituto
Nacional” (1908), Ensayos, documentos y discursos, Panamá: Autoridad del
Canal de Panamá (Colección Biblioteca de la Nacionalidad), (p.112).
Panamá,
26 de septiembre de 2019.
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